
A finales del año pasado, publiqué la columna ¿Es el final del propósito? No era una afirmación, era una pregunta. Una duda auténtica pues sentía que el discurso de las marcas está atrapado en una narrativa repetida, políticamente impecable, pero estratégicamente cada vez más estéril. Hoy, retomo el tema. Sí, esta es una segunda parte. Esa figura subestimada por el lugar común que insiste en que “las segundas partes nunca son buenas”. Pero en este caso, precisamente, el paso del tiempo le da valor.