Los premios Persépoli del Politécnico Grancolombiano se han convertido, silenciosamente, en un escenario decisivo para la creatividad joven en Colombia. Lo que comenzó como un reconocimiento interno a los estudiantes del programa de Mercadeo y Publicidad, terminó transformándose, 17 años después, en un laboratorio nacional donde distintas universidades ponen a prueba su talento frente a retos reales del mercado.
Ese tránsito, de premiación doméstica a plataforma abierta, no es menor. Implica un cambio profundo en la forma como las facultades entienden la formación: la creatividad no se valida únicamente dentro del aula, sino en la capacidad de funcionar bajo las mismas exigencias que encontrará un estudiante cuando cruce la puerta hacia la industria.
Julián Andrés Arias, publicista, docente y líder del proyecto, lo explica desde la evidencia concreta. Hace un par de años, la Universidad Autónoma de Occidente publicó un mensaje celebrando haber ganado un Persépoli con la misma emoción con la que una agencia presume un Effie. Para ellos no fue un ejercicio académico más: fue su primer premio profesional antes de graduarse. Y eso cambió la escala del impacto.
Esa reacción de las universidades invitadas dejó claro que los Persépoli ya no operan en el terreno simbólico. Para un estudiante, ganar allí no es una nota, es un punto de partida. Se vuelve una línea en la hoja de vida que pesa en entrevistas, abre puertas y, sobre todo, le da un relato inicial: “ya trabajé con un cliente real, ya competí, ya fui jurado de una marca”
El otro diferencial que consolida a los Persépoli dentro del circuito académico es su insistencia en trabajar con marcas del sector productivo. No con briefs simulados ni ejercicios inventados, sino con retos provenientes de compañías que mueven el mercado colombiano. Ramo, Pony Malta, Seguros La Equidad, la revista P&M en su momento, y este año, Coopidrogas de la mano de la agencia Ariadna. Esa alianza traslada a los estudiantes a un territorio donde ya no vale la creatividad desconectada: vale la pertinencia.
El brief, de hecho, se convierte en un eje pedagógico. Arias lo dice sin adornos: el éxito de una campaña, en premios y en la vida real, empieza con una lectura impecable del brief. No es una frase bonita; es un estándar profesional. Comprender el negocio del cliente, entender la necesidad puntual, aterrizar la expectativa y traducirla en una solución creativa es, seguramente, la habilidad más crítica para quien está por ingresar al mercado laboral.
Las categorías, concertadas cada año con la marca invitada, funcionan como un termómetro del momento creativo. En esta edición incluyeron campaña, cuña, pieza audiovisual, pieza gráfica e investigación. Que exista una categoría de investigación no es incidental: habla de un mercado que demanda estrategia, datos y comprensión del consumidor tanto como talento creativo. Los jóvenes no solo compiten por una idea, compiten por su capacidad de argumentar.
Pero el valor de los Persépoli no se agota en los trofeos. Muchos estudiantes que hoy trabajan en agencias reconocen que el concurso fue su primer acercamiento a la presión real: entregar a tiempo, presentar ante jurados profesionales, justificar decisiones, revisar, corregir. Ese roce temprano con el rigor les dio un diferencial al momento de enfrentarse a sus primeras entrevistas. Las agencias lo validan: un Persépoli ganado tiene peso propio.
En paralelo, los premios cumplen otra función menos visible pero igual relevante: posicionan a la Escuela de Marketing y Branding del Politécnico Grancolombiano como un actor serio en la formación creativa del país. No desde el discurso institucional, sino desde una práctica conducida a estándares de industria. En un país donde la educación en publicidad suele ir en desventaja frente a las dinámicas del mercado, estos premios se vuelven un puente concreto entre los dos mundos.
La apertura nacional, aunque aún acotada, también ha permitido armar un mapa más amplio del talento joven colombiano. Universidades con enfoques distintos, ciudades con realidades distintas, culturas creativas distintas, compitiendo bajo el mismo brief. Eso enriquece la conversación y complejiza el panorama de lo que entendemos por “competencias creativas” en el país.
El reto ahora es seguir ampliando esa conversación. Invitar a más universidades, sumar más marcas, fortalecer la articulación entre academia e industria. Convertir a los Persépoli en un espacio donde los estudiantes no sólo compitan, sino aprendan del diálogo con los equipos de las empresas, con los planners, los directores creativos y los estrategas que evalúan sus ideas.
A pesar de esa ambición, la esencia de los premios Persépoli se mantiene intacta: reconocer el talento joven en un momento clave de su formación. La ceremonia, las presentaciones, el trofeo y el orgullo no son solo rituales; son señales tempranas de que la creatividad sí tiene un lugar posible en sus vidas profesionales.
Y quizás esa sea la verdadera importancia del premio: demostrarles a los estudiantes que su trabajo importa, que puede trascender el salón, que alguien lo vio, lo evaluó, lo consideró competitivo. En un país donde abrirse camino en la industria publicitaria puede sentirse como un salto al vacío, tener un reconocimiento así antes de graduarse no es un detalle: es confianza.
Conoce todos los ganadores de los Persépoli 2025: www.poli.edu.co

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