En 1977, cuando abrieron una pequeña pizzería en Pereira, Alfredo Hoyos Mazuera y Liliana Restrepo Arenas no imaginaban que estaban dando origen a una de las marcas más queridas del país. La bautizaron Frisby, sin más pretensión que la de ofrecer un alimento diferente para toda la familia. Pero una simple decisión culinaria cambió su destino: incluir en el menú un pollo apanado, una novedad total en Colombia. El experimento resultó tan exitoso que la pizzería se transformó en una cadena especializada de pollo con ese sabor único que, con el tiempo, se volvió parte de la cultura nacional.
Frisby creció junto a las ciudades del Eje Cafetero y luego se expandió a Bogotá y Medellín. Con el paso de los años, su logo rojo y amarillo empezó a brillar en distintos rincones del país, y se convirtió en una señal de cercanía y confianza. Hoy, la compañía cuenta con 280 restaurantes en 60 municipios, genera más de 5.600 empleos directos y planea abrir nuevos puntos en 2025, respaldados por una inversión de 98.000 millones de pesos en infraestructura, tecnología y programas sociales. Pero su crecimiento no se mide solo en cifras: Frisby ya es un ejemplo de empresa con propósito.
Desde sus orígenes, la marca ha tenido claro su propósito superior: “alimentar con amor para contribuir al desarrollo del ser humano y transformar positivamente a la sociedad”. Esta frase resume su visión de negocio basada en la equidad y el bienestar colectivo.
Mucho antes de que se hablara de capitalismo consciente, Frisby ya ponía en práctica ese modelo, al priorizar el bienestar de sus colaboradores y el impacto positivo en las comunidades donde opera. Esa filosofía se refleja en iniciativas como la Universidad Frisby, el Colegio ITD Alfredo Hoyos Mazuera y el programa Universidad en tu Colegio, todos orientados a mejorar la educación y las oportunidades delas nuevas generaciones. A través de la Fundación Frisby, la empresa también ha apoyado proyectos sociales y ambientales durante más de 45 años, para fortalecer el tejido comunitario y promover el desarrollo sostenible.
En un mercado tan competido como la industria de alimentos, Frisby ha sabido mantenerse fiel a sus valores mientras innova su modelo de servicio y sus canales digitales. Sus restaurantes son hoy espacios donde se mezclan la tradición de su sabor con la sostenibilidad y la cercanía que los caracteriza desde su primera tienda. Esa coherencia entre el pasado y el presente es una de las razones por las que Frisby ocupa un lugar especial en la memoria colectiva del país.
El Pollo Frisby, con su botarga roja y amarilla, que desde hace años acompaña ferias, eventos y aperturas en todo el país, simboliza ese vínculo emocional con los colombianos. Este personaje, creado para representarla calidez y cercanía de la marca, es una verdadera celebridad: aparece en campañas, baila con los clientes y protagoniza contenidos en redes sociales.
Este año, el pollo Frisby celebró su cumpleaños en una fiesta muy especial con más de 30 botargas de las marcas más icónicas del país. Más que una mascota, la botarga del pollo es un embajador de la alegría que encarna el espíritu familiar y optimista de Frisby. Su presencia ha fortalecido la conexión emocional con los consumidores y ha logrado algo poco común: que todos, sin importar la edad, quieran estar con el pollo.
Así, Frisby se ha consolidado como una marca que entiende que alimentar también es cuidar. Cada punto de venta, cada campaña social y cada proyecto educativo son parte de un relato que va más allá del negocio: el de una empresa que encontró en el amor y la responsabilidad su receta más duradera. En una industria donde pocas marcas logran trascender generaciones, Frisby lo ha hecho con una mezcla única de sabor, compromiso y folclor colombiano.
Casi medio siglo después, el restaurante que inició como una pizzería en Pereira sigue trazando el rumbo. Su historia demuestra que la buena comida puede ser un punto de encuentro y que los negocios, cuando se hacen con propósito, pueden hacer huella en la cultura popular. Frisby no solo inventó el pollo apanado en Colombia; también inventó una forma distinta de servir al país.
Artículo publicado en la edición #500 de octubre y noviembre
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