
Un proyecto nacido en Bogotá hace diez años demuestra cómo la combinación de técnicas manuales, propósito social y visión de marca puede abrir camino en la competitiva industria de la belleza y el bienestar
La historia de la belleza y el bienestar en Colombia ha cambiado de manera radical en la última década. Lo que hace unos años era un mercado dependiente de marcas internacionales, hoy es un sector vibrante en el que los emprendimientos locales, las marcas personales y los consumidores conscientes han impulsado una transformación profunda. En medio de este dinamismo, los diez años de Fernanda Mila Spa no son solo una anécdota empresarial: son el reflejo de un ecosistema en expansión que ha convertido al bienestar y al cuidado personal en industrias estratégicas para el país.
El spa fundado por Fernanda Mila Carrillo en Bogotá es ejemplo de cómo una visión personal puede escalar hasta convertirse en referente. Su apuesta inicial fue clara: recuperar la técnica manual como centro de los tratamientos estéticos, a contracorriente de la aparatología que dominaba el mercado. Esa convicción le permitió diferenciarse y construir una identidad de marca auténtica.
Con el tiempo, lo que nació como un proyecto pequeño y casi artesanal se consolidó como un espacio integral de bienestar, con tratamientos innovadores y hasta una línea propia de productos. En esa narrativa se ve con claridad la fuerza de la marca personal en la industria del beauty: cuando el nombre del fundador se convierte en sinónimo de confianza, calidad y propósito.
Este fenómeno se inscribe en un sector que no deja de crecer. De acuerdo con cifras recientes, el mercado de belleza y cuidado personal en Colombia supera los 3.200 millones de dólares y proyecta un crecimiento anual cercano al 5 % en los próximos cinco años.
A lo anterior se suma la fuerza de segmentos como el de fragancias, con más de 600 millones de dólares en ventas en 2024, y el despegue del ecommerce, que ya representa más del 10 % de las transacciones en esta categoría. En este panorama, el consumidor colombiano no solo compra productos: exige transparencia, ingredientes naturales, sostenibilidad y marcas que entiendan su diversidad.
El auge del bienestar como tendencia cultural también ha transformado el negocio. Lo que antes se entendía como un lujo, hoy se asume como necesidad. El skincare se convirtió en ritual de autocuidado, los masajes en terapia para el estrés, el maquillaje en herramienta de expresión personal y el cabello en símbolo de identidad.
Esa resignificación ha abierto oportunidades a emprendedores que logran conectar con la dimensión emocional del consumidor. La pandemia, con su sacudida a las rutinas, aceleró este proceso y reforzó la idea de que la belleza se vive desde adentro hacia afuera.
En ese contexto, casos como el de Fernanda Mila Spa se explican no solo por la perseverancia individual, sino por un consumidor dispuesto a respaldar marcas locales que construyen comunidad. La historia de este emprendimiento demuestra cómo la demanda interna ha dejado de estar cautiva de productos importados y ahora abre espacio para propuestas nacionales con calidad e innovación.
Al mismo tiempo, la internacionalización del “beauty made in Colombia” se convierte en realidad: empresas locales exportan cada vez más, conquistando mercados vecinos con fragancias, cosméticos y tratamientos basados en ingredientes naturales y narrativas auténticas.
El spa también encarna otro rasgo clave de esta década: el empoderamiento femenino. La empresa no solo ha transformado la autoestima de sus clientas, sino que ha generado empleo y formación para mujeres en el sector, consolidando un círculo virtuoso entre marca personal, negocio y propósito social. Esto responde a una demanda creciente por empresas que no solo ofrezcan servicios, sino que proyecten valores y aporten al desarrollo de sus comunidades.
El camino hacia adelante se plantea desafiante. Con un consumidor cada vez más informado y global, la diferenciación dependerá de la capacidad de innovar sin perder identidad. La digitalización seguirá marcando la pauta: hoy el descubrimiento y la compra se dan tanto en un spa físico como en un reel de Instagram o un live en TikTok. En este terreno, la voz auténtica de la fundadora sigue siendo un activo: cuando la marca personal se convierte en un puente directo con la comunidad, se genera una conexión difícil de replicar por los gigantes internacionales.
La celebración de los diez años de Fernanda Mila Spa es también un símbolo del momento que vive la industria de la belleza en Colombia. Una década que confirma que el país no solo consume tendencias globales, sino que también produce marcas capaces de definirlas. El bienestar, el autocuidado y la estética dejaron de ser territorios secundarios para convertirse en motores económicos, culturales y emocionales. En esa ecuación, el “beauty made in Colombia” ya no es promesa, sino presente.
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