viernes, octubre 10, 2025

La semana pasada, en el Festival El Dorado, participé como mentor-at-large del programa See It Be It de Cannes Lions en su edición para Latinoamérica.

Formo parte de muchos programas de liderazgo y mentoría para mujeres de nuestra industria, pero hay algo en See It Be Itque lo hace diferente: las participantes conviven 24/7 durante varios días mientras viven la experiencia.

Esa convivencia genera una alquimia especial. Las emociones se condensan, las conversaciones se profundizan y el impacto del programa se exponencia.

El primer día llegaron Laura, Daniela, Mariana, Alex, Debi, Andrea, Rena, Angie, Camila C., Lorena O., Lorena L. y Camila R.

Un grupo de mujeres de gran talento y profesionalismo.

En pocos días fui testigo de cómo empezaban a tejer redes, a conocerse, a compartir sus ambiciones, a contarse sus retos. Cómo se daban consejos, compartían estrategias con generosidad, se celebraban y amplificaban sus voces.

Lo que más me impactó no fue solo su apertura, sino ese acto silencioso pero persistente de sororidad: convertirse en tribu.

A algunas les resultó más fácil; a otras, un poco menos. Pero todas, a su ritmo, se fueron sumando a ese tejido colectivo.

Hace tiempo escuché que las mujeres viven más que los hombres, entre otras razones porque mantienen amistades más cercanas en su adultez. No sé si eso está científicamente comprobado y, a esta altura —honestamente—, no me importa. Me hace sentido.

Y me pregunto si algo similar ocurre en el mundo laboral: si las mujeres que saben construir redes con otras mujeres logran una vida profesional más larga o, al menos, más sana.

Durante años se dijo que las mujeres competían más entre sí que los hombres. Tal vez eso fue cierto —y en algunos casos aún lo es—, pero cada vez veo más ejemplos de lo contrario: redes, tribus y alianzas de mujeres profesionales que se acompañan y se impulsan juntas.

En medio del festival, un colega me hizo una pregunta interesante:

“¿No es contraproducente que, cuando las mujeres se juntan en estos espacios, hablen tanto de temas como la disparidad de género o el síndrome del impostor, mientras que los hombres de la industria, cuando se juntan, hablan solo de trabajo?”

Entendí su punto, pero le respondí lo obvio: aún no vivimos en igualdad.

Porque cada vez que participo de un programa como este, las conversaciones que emergen espontáneamente —y primero— son las mismas: cómo ser madre sin perder carrera, cómo lograr que te escuchen en la mesa, cómo lidiar con el síndrome del impostor, cómo sostener la ambición sin culpa.

Por supuesto, estos no son los únicos temas que tratamos. Como saben, las mujeres somos multitasking por naturaleza: también hablamos de liderazgo, excelencia creativa, negociación, del futuro de la industria... y de todo lo demás.

Pero volviendo al punto, y aprovechando que hoy es el Día Mundial de la Salud Mental, quiero rescatar este tipo de programas e iniciativas.

Porque, si hay algo indiscutible, es que cualquier peso se vuelve más liviano cuando se comparte.

Como decía al comienzo, el día uno llegaron Laura, Daniela, Mariana, Alex, Debi, Andrea, Rena, Angie, Camila C., Lorena O., Lorena L. y Camila R.

Pero del programa no salieron doce mujeres: salió una tribu de doce.

Y esta tribu que nació en El Dorado salió lista no solo para transformar su camino, sino para llevar a muchas más que doce con ellas.

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Miguel Dallos
Leonardo
Camilo Herrera