Hablar de marketing es hablar de cambio. Lo que hace unas décadas parecía infalible, hoy ya no mueve la aguja. Y no es que los consumidores se hayan vuelto “difíciles”, es que el mundo mismo cambió: nuevas tecnologías, nuevos canales, nuevas formas de vivir y relacionarse. El marketing, como reflejo de la sociedad, no podía quedarse quieto.
El marketing de antes: vender, vender, vender
En el pasado, las acciones de marketing se centraban en lo obvio: vender. La lógica era producir un mensaje llamativo, difundirlo en medios masivos y esperar que el consumidor mordiera el anzuelo. El éxito se medía en alcance: mientras más personas vieran el anuncio, mejor. El consumidor era visto como parte de un gran público homogéneo, sin importar demasiado sus diferencias.
El marketing de hoy: escuchar, conectar y acompañar
Hoy, ese esquema resulta insuficiente. El público es más crítico, informado y consciente. Ya no basta con gritar un mensaje en televisión o prensa, ahora se trata de generar confianza, de hablarle a comunidades específicas, de ofrecer experiencias y no solo productos. Cada consumidor quiere sentirse único, atendido y comprendido. Y lo es, porque no se comporta igual alguien de la generación Z que un baby boomer, ni una persona urbana frente a alguien que vive en una zona rural.
Desde hace un tiempo cualquier sector de la economía debe proyectarse desde un marketing relacional y experiencial que permita al consumidor ser protagonista, conocerlo como ciudadano del mundo, con un estilo de vida particular, y forma de interactuar en una sociedad sin perder el contacto con las personas.
Hoy, el público nos exige que lo conozcamos, que lo entendamos, que sepamos sus gustos, sus dolores, sus temores… detalles de su vida cotidiana para que entiendan cada mensaje proporcionado, como propio, que se identifique con el contenido que está recibiendo de nuestra parte, pero que, además, sienta que le aportamos valor a su cotidianidad, que le damos algo más que una simple publicidad.
Desde el Programa de Marketing y Branding del Politécnico Grancolombiano hemos analizado estos grandes cambios y retos entendiendo que esto también exige un nuevo tipo de profesional del marketing, uno capaz de leer datos, pero también emociones, de combinar métricas con empatía. Ya no se trata solo de segmentar audiencias, sino de entender las motivaciones profundas que guían sus decisiones. En otras palabras, pasar de un marketing centrado en productos a uno centrado en personas, donde las historias auténticas pesan tanto como las cifras.
La ética se vuelve, en este escenario, un factor diferenciador. En un contexto donde la información circula con rapidez y los consumidores pueden verificar datos en segundos, las marcas no pueden permitirse promesas exageradas ni mensajes engañosos. La transparencia, la coherencia y la responsabilidad social se transforman en parte de la propuesta de valor. Así, el marketing ya no es únicamente persuasión, sino también construcción de confianza y reputación a largo plazo.
En este camino, las plataformas digitales, la analítica de datos y las redes sociales no son un simple canal adicional, son la base para entender cómo se comporta el público, qué le interesa, qué teme y qué sueña. El marketing contemporáneo necesita de estas herramientas para diseñar estrategias más humanas, más adaptadas a estilos de vida cambiantes y a contextos culturales diversos. No se trata de usar tecnología para automatizar mensajes fríos, sino de aprovecharla para personalizar y acercar la marca a la vida real de las personas.
Del producto a la relación
El gran cambio cultural que vivimos llevó al marketing a dejar de pensar solo en el producto. Ya no hablamos de una transacción rápida, sino de una relación duradera. El reto es lograr que el consumidor vea en la marca un aliado, alguien que le aporte valor en su día a día. Y aquí está la clave: solo las marcas que sepan escuchar, adaptarse y proponer experiencias innovadoras serán capaces de sobrevivir en medio del ruido digital.
El reto para nosotros como profesores es que los futuros profesionales entiendan que el marketing no es estático, que evoluciona con la cultura, con la sociedad y con cada avance tecnológico. Solo así será posible crear estrategias que no se queden en el pasado, sino que respondan a las verdaderas necesidades de los públicos de hoy.
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