Tilly Norwood no fue solo una sensación digital: fue una advertencia para la industria. La creatividad con inteligencia artificial sin precaución legal puede convertirse en un riesgo real.
En las últimas semanas, las redes sociales y el mundo del entretenimiento han girado en torno a un mismo nombre: Tilly Norwood.
Desconocida para muchos hasta hace poco, Tilly logró en cuestión de días generar cientos de miles de interacciones en redes sociales y acumular decenas de miles de seguidores. Pero ¿qué la hace especial? A diferencia de otras actrices y creadoras de contenido, Tilly Norwood no es una persona de carne y hueso: es una actriz digital creada con inteligencia artificial.
Más allá del debate sobre su talento o fama, Tilly desafía la concepción tradicional de lo que significa ser actriz o creador de contenido. Su existencia abre nuevas posibilidades para quienes deseen explorar narrativas audiovisuales con personajes 100% digitales, pero también plantea interrogantes sobre los riesgos y vacíos legales que acompañan este tipo de innovaciones.
Desde una perspectiva regulatoria, actualmente no existen leyes que prohíban la creación de personajes generados por IA ni que limiten su uso. Sin embargo, sí hay múltiples aristas legales que deben considerarse, especialmente en materia de propiedad intelectual.
Una de las preguntas clave es: ¿Tilly Norwood es el resultado de un proceso creativo legítimo? Este cuestionamiento toca uno de los debates más relevantes en el cruce entre IA y propiedad intelectual: el entrenamiento de modelos generativos podría constituir una infracción masiva de derechos de autor. Si se comprobara que los insumos utilizados para crear a Tilly provienen de obras de terceros, podría abrirse una discusión sobre posibles infracciones. Además, si su diseño se basa en rasgos físicos o actuaciones de personas reales e identificables, también podrían estar en juego derechos de imagen y autor.
Otro punto crucial es la explotación comercial del personaje. A nivel internacional —y también en Colombia— no se reconoce protección exclusiva mediante derechos de autor sobre obras generadas por IA. Esto genera incertidumbre sobre cómo pueden utilizarse personajes como Tilly Norwood, y si los humanos detrás del proceso de prompting merecen algún tipo de reconocimiento o derecho. En este contexto, cualquier persona podría utilizar y explotar el personaje sin enfrentar riesgos legales, lo que pone en evidencia la importancia de explorar otros mecanismos de protección.
Tilly Norwood es apenas el inicio de una tendencia que promete transformar la industria del entretenimiento. Pero también abre discusiones jurídicas profundas sobre el impacto de estos personajes en el ecosistema creativo. Ante la falta de regulación clara, es fundamental que los equipos creativos actúen con cautela al incorporar herramientas de IA en sus campañas y contenidos. En publicidad, donde las imágenes y las historias construyen valor de marca, entender los límites y responsabilidades del uso de inteligencia artificial será esencial para proteger tanto la creatividad como la reputación de las empresas. Esto implica verificar que no se infrinjan derechos de terceros —ya sean marcarios, de autor o de imagen— y proteger a los consumidores del engaño o la confusión.
El entusiasmo por adoptar nuevas tecnologías no debe eclipsar la precaución legal y la gestión de riesgos.
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