martes, septiembre 16, 2025

La esencia del Cordillera

La autenticidad en la música: el pasaporte a las tarimas de festivales como Cordillera

¿Qué necesita un artista para llegar a un festival como el Cordillera? Además de una red sólida y golpear las puertas correctas, se requiere de una autenticidad que no tambalee con la primera crisis mediática, la misma que logre conectar con un público que termine convirtiéndose en una comunidad que sostiene.

Yo quiero ver a Rubén Blades”, “yo voy por Crudo”, “compré la boleta por Serú Girán”, responde la gente en los videos que circulan en redes sociales sobre el Festival Cordillera, un evento que se ha convertido en vitrina donde los artistas ponen a prueba su autenticidad frente a un público diverso que busca identificarse con la música.

Durante el pasado fin de semana el parque Simón Bolívar recibió a más de 40 artistas latinos que pusieron a corear sus mejores canciones a un público que dejó todo en el escenario. Como una desgracia no desagradable, el cartel del festival puso a más de un asistente a decidir entre dos de sus artistas favoritos, pero esa misma dinámica mostró la fuerza de los músicos que, más allá de sus hits, han cultivado una conexión real con su público.

Ahí es donde aparece la autenticidad como pasaporte a los grandes escenarios, no basta con sonar en la radio o volverse viral en TikTok. El Festival Cordillera fue un recordatorio de que quienes se sostienen en el tiempo son los artistas que han logrado construir una relación propia, coherente y reconocible.

El caso de Crudo Means Raw lo ejemplifica con claridad. Su regreso, después de un silencio que lo convirtió casi en figura de culto, fue una de las presentaciones más comentadas. El público no solo fue a escucharlo rapear: fue a confirmar el mito, a reencontrarse con la narrativa de un artista que se ha mantenido fiel a su estilo, una estética que procura mantenerse alejada de la industria y la vida pública, algo que mantuvo el rapero aún en el escenario. Lograr una fotografía donde se observe su rostro totalmente despejado era toda una acrobacia. Ese “misticismo” es, en términos de marca, una estrategia que le da diferenciación y lo posiciona más allá de la coyuntura.

Distinto es lo de Los Caligaris, que han hecho de su interpretación un sello imposible de copiar. Su concepto circense, los colores, el humor y la interacción constante con algo tan simple pero poderoso como un balón de fútbol que conecta su música con la audiencia futbolera (característica de argentina de donde son oriundos), transforman el concierto en una experiencia multisensorial. Para la industria, la lección es clara: en un mercado saturado de propuestas, la puesta en escena es un valor de marca tan poderosa como las canciones mismas.

En otra frecuencia, Daniel, me estás matando llevó el bolero a una generación que lo había olvidado. Su propuesta conecta porque no busca disfrazarse de modernidad, sino actualizar un género desde la honestidad y el romanticismo. En Cordillera, su espectáculo probó que la nostalgia bien trabajada puede ser también innovación, más con la interacción de Daniel Zepeda, quien usa su dialecto coloquial mexicano para hablar con su público con una cercanía que recuerda a los músicos como un par de humanos.

A la lista también hay que sumar a Serú Girán, que con su reencuentro demostró que la autenticidad también puede medirse en décadas. Ver a varias generaciones cantando las mismas canciones, padres e hijos abrazados en un mismo coro, fue uno de los momentos más simbólicos de Cordillera. En términos de industria, ese es el ideal: un legado que no solo convoca por nostalgia, sino que sigue siendo relevante para quienes ni siquiera vivieron el boom original de la banda.

Lo que une a estos artistas es que ninguno depende únicamente de los hits o de la moda del momento. Su valor está en una historia bien contada y sostenida, en una relación de confianza con el público. Cuando los horarios se cruzan y hay que elegir, la decisión del público no depende solo de quién tiene más reproducciones en plataformas, sino de quién logre hacer que sus canciones conecten con sus emociones y vivencias, el artista en el que vale la pena invertir el tiempo y la emoción.

Cordillera 2025, al reunir a más de 40 artistas en dos días, se convierte así en un termómetro del presente de la música latina: un escenario donde la competencia ya no se mide únicamente en hits, sino en la profundidad de las relaciones que cada artista ha sabido cultivar con su audiencia. En ese terreno, la autenticidad —o la esencia, la coherencia, como se le quiera nombrar— es la moneda más valiosa, y la era digital es la mejor aliada en estos casos.

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