
El Festival vivió una de sus tardes más intensas y memorables con Pedro Aznar y David Lebón repasando clásicos que siguen vivos en la memoria colectiva. Fue un show donde la música confirmó su capacidad de cruzar fronteras y conectar diferentes públicos. P&M explica la importancia del marketing cultural con la presentación de una banda legendaria.
Hablar de Serú Girán en Bogotá, un domingo 14 de septiembre, es hablar de un reencuentro con la memoria emotiva de América Latina. Sin Charly ni Moro, pero con Pedro Aznar y David Lebón al frente de una banda sólida, el Cordillera vivió algo más que un show: asistimos a un fenómeno cultural donde boomers, millennials y Gen Z cantaron las mismas líneas.
Desde el primer acorde se entendió por qué a Serú le decían el “Weather Report latino”. Allí estaba ese pulso sofisticado, armonías precisas, dinámicas que respiran, pero al servicio de lo popular. Cuando Desarma y sangra, el público entero se conmovió y el mismo Lebón tuvo que dejar de cantar por la emoción; Nos veremos otra vez fue un homenaje un ode los músicos más importantes de la música en español y fundador de la banda, Charly García; Esperando nacer recordó que la banda siempre hizo de la vulnerabilidad una fuerza estética y con Seminare el parque estalló No hizo falta explicar nada: la música de Serú habla sola.
Para P&M, lo valioso no es solo la nostalgia, sino lo que revela del presente. Hay repertorios que se convierten en “infraestructura cultural”: obras capaces de conectar épocas, lenguajes y tribus. Eso pasó en el Cordillera. Ver a jóvenes que crecieron entre el trap y el perreo cantando temas nacidos hace décadas no es un detalle pintoresco; es la prueba de que algunos símbolos construyen un valor que trasciende el mercado y las modas pasajeras.
Serú, además, siempre operó como puente. Entre el rock y el jazz, entre la canción y la experimentación, entre la denuncia y la belleza. Ese ADN híbridola , fineza de estudio y el músculo de escenario, explica su vigencia. La sofisticación jamás fue un muro: fue una puerta para entrar mejor a la emoción. Por eso su lenguaje cruza fronteras.
En términos de marketing cultural, lo que ocurrió en el Cordillera podría enseñar cosas: cuando un festival pone en su Lineup a una banda legendaria de la música latinoamericana, no solo arma programación; activa una memoria compartida que eleva el valor percibido de la experiencia completa. Las marcas que entienden este código no “compran presencia”, se suman a un relato más grande que ellas. Y es que no es poca cosa decir que una marca estuvo presente en el mismo espacio en el que se presentó Serú Girán ya que el resultado es afinidad auténtica y recordación que no depende del tamaño del logo, sino del lugar simbólico que ocupan.
La escena del domingo mostró otra lección: la multigeneracionalidad ya no es un desafío de segmentación, es una oportunidad de sentido. Padres e hijxs cantando los mismos versos no son un KPI sentimental; son la prueba de que la cultura construye pertenencia intergeneracional, un intangible que ningún plan de medios garantiza por sí solo.
También hubo una verdad sencilla: Serú suena a libertad. En tiempos complejos para el mundo, donde la música corre el riesgo de volverse puro algoritmo, escuchar a Aznar y Lebón recuperar esas canciones con respeto y frescura confirmó que el directo sigue siendo un rito insustituible. No fue un tributo ni un museo de cera: fue presente. Y el presente, cuando está bien tocado, siempre convoca.
Para la industria, la señal es clara. Los festivales que curan con criterio, no con nostalgia por la nostalgia, sino con visión, reafirman su rol como mediadores culturales. Y los artistas que sostienen obra, no solo hits, se vuelven referentes que sobreviven a modas, métricas y campañas.
Serú Girán regresó a Colombia y movió miles de corazones. Pero lo que importa es lo que dejó vibrando después: la certeza de que hay música que atraviesa el tiempo porque está hecha con verdad, y que esa verdad, cuando se encuentra con un público dispuesto, se convierte en patrimonio común.
En el mapa cultural de la región, días así recuerdan algo esencial para quienes trabajamos en comunicación y marcas: construir referentes no es gritar más fuerte, es decir algo que valga la pena y sostenerlo en el tiempo. Serú lo hizo. El Cordillera lo entendió. Y Bogotá lo cantó.