sábado, junio 21, 2025
Susan

Hay personas que llegan a tu vida para cambiarla para siempre. Algunas lo hacen con preguntas poderosas, otras con silencios que acompañan, y unas pocas con la valentía de mostrarte todo lo que puedes ser. Esta es una carta de gratitud, pero también una reflexión sobre lo que significa crecer, liderar y rodearse de estrellas que no solo brillan, sino que te enseñan a brillar también.

Debo confesar que al comienzo de mi vida profesional, no entendía a las personas de altos cargos, cuando decían que tenían un ‘coach’ o ‘un mentor’. Pensaba que quizás era una mezcla de psicología y entrenador físico, que te dejaba ciertas tareas o compromisos en la semana para ayudarte “a ser mejor”.

Lo que no sabía es que a medida que pasan los años, vas teniendo en tu vida personas que te enseñan y te marcan. Ya sea porque te contagian de su energía para ir detrás de tus sueños, porque se sientan al lado tuyo a enseñarte herramientas transformadoras, porque ven en ti un potencial del que ni tú mismo eres consciente e incluso aquellos que te decepcionan y te rompen el corazón.

Todo esto me ha llevado a pensar que así como el marketing tiene el compromiso profundo de entender al mundo para transformarlo con ideas que generan valor, me siento igualmente responsable de transferir todo mi conocimiento a mi equipo de trabajo. No se trata solo de enseñar herramientas o procesos, sino de formar criterio, visión y propósito. Porque cuando el conocimiento se comparte, se expande. Y cuando el equipo crece, también lo hace el impacto que podemos tener en los negocios y en la sociedad. Liderar es, en esencia, multiplicar capacidades; y el marketing, bien entendido, también lo es.

Quiero citar esta frase de Howard Schultz, ex CEO de Starbucks: “cuando estás rodeado de personas apasionadas, talentosas y con los mismos valores, puedes construir cosas extraordinarias”. Y sí que he podido ser testigo de esto.

He sentido miedo, muchas veces. Pero luego se disipa cuando recuerdo las palabras de mi coach, María Carolina Flórez: “Rodéate de estrellas y brillarás”. Hoy puedo decir, con certeza, que estoy rodeada de estrellas. Personas que han entendido que el primer paso para crecer es confiar en sí mismos, en su talento, y en ese momento es cuando todo cambia. Esa confianza ha sido el combustible para lograr lo que antes parecía inimaginable.

En el marketing, ese mismo principio aplica: la creatividad florece donde hay seguridad psicológica y libertad para proponer. Un estudio de McKinsey & Company reveló que las empresas más creativas tienen 67% más probabilidad de obtener un crecimiento superior a la media, y según Adobe, el 82% de las empresas creen que hay una fuerte conexión entre la creatividad y los resultados de negocio. No es coincidencia: cuando se construye un entorno donde las ideas pueden respirar, los resultados también respiran más alto.

Aplicar la frase "Rodéate de estrellas y brillarás" en la vida laboral, no significa buscar personas perfectas, sino saber identificar y rodearse de talento auténtico y que tenga hambre de crecimiento. Significa crear entornos donde cada integrante del equipo sepa que su voz importa, donde haya espacio para el error como parte del proceso creativo, y donde el liderazgo se ejerza más como faro que como control. En marketing, esto es especialmente vital. La innovación no nace en la rigidez, sino en la diversidad de pensamiento, en los debates constructivos y en la colaboración multidisciplinaria. Un equipo brillante no es el que piensa igual, sino el que se potencia mutuamente. Por eso, rodearte de estrellas implica también formarlas, confiar en ellas y darles protagonismo. Solo así se construyen marcas memorables, campañas que conectan y estrategias que trascienden.

Con esta columna no solo quiero rendirle un homenaje profundo a mi coach, María Carolina Flórez —Maca—, quien partió recientemente de este plano terrenal y a quien le debo muchas de las cosas que hoy sé, vivo y practico con convicción, sino también, compartir una reflexión que trasciende lo profesional.

En esta sociedad que es cada vez más exigente, impaciente y ruidosa, donde construir relaciones estables, honestas y duraderas parece un desafío monumental, rodearse de verdaderas estrellas —en lo laboral y en lo personal— se convierte en un acto de resiliencia y, sobre todo, en un tesoro invaluable. Personas que brillan sin opacar, que suman sin competir, que inspiran desde la autenticidad. Porque al final, como dijo Jim Rohn: “Eres el promedio de las cinco personas con las que pasas más tiempo”. Elegir bien con quién caminas es, quizás, la estrategia más poderosa que tenemos para llegar más lejos, con más propósito y con más luz.

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maria
Simón Perilla