Desde que tengo memoria, en mi casa se hablaba de relaciones públicas, PR y comunicación estratégica. Mi mamá, Guiomar Jaramillo, fue una de las pioneras del sector en Colombia, así que crecí oyendo estos términos todos los días.
Recuerdo que, de niña, nunca entendí del todo lo que ella hacía. Cuando me preguntaban en el colegio, repetía lo que la oía decir: “mi mamá maneja la imagen de las empresas”. A los 8 o 9 años, esa idea de que las compañías tenían una imagen —y que alguien debía encargarse de gestionarla— me parecía confusa, casi abstracta.
Con el tiempo, la formación profesional y la experiencia, empecé a comprender que “manejar la imagen” no era solo una frase llamativa, sino un trabajo profundo y estratégico. Las marcas buscaban amplificar sus mensajes y conectar con sus públicos, entonces principalmente a través de los medios tradicionales.
Por muchos años, las compañías trataron el PR (Public Relations) y la comunicación como un recurso útil externo, casi un lujo, para anunciar lanzamientos, hablar de innovación o responder a crisis reputacionales cuando el daño ya estaba hecho.
La buena noticia es que eso ha cambiado. Hoy, más allá de amplificar lo que las marcas dicen, nuestra misión se centra en amplificar lo que las marcas realmente son. Y ahí es donde el rol de la comunicación estratégica y el PR se transforma: pasamos de contar historias, a ayudar a construirlas desde adentro y en coherencia con lo que son.
Desde las agencias, no solo gestionamos reputación, trabajamos junto a nuestros clientes para cultivarla desde la raíz; construimos narrativas que representan su esencia, desarrollamos programas de vocería interna, capacitamos a colaboradores para que comuniquen con autenticidad, acompañamos procesos de transformación y ayudamos a los líderes a construir su huella digital, de manera genuina. Somos aliados en conversaciones clave que moldean culturas y consolidan propósitos.
Y claro, nosotros como firmas especializadas, también nos hemos transformado. La gestión del cambio, leemos entornos sociales, políticos y económicos en constante evolución, entendemos que las narrativas corporativas son organismos vivos que cambian día a día.
Ahora, cuando mi hija de 8 años me pregunta a qué nos dedicamos en GJ Comunicaciones, le doy la versión 3.0 de la respuesta que alguna vez me dio mi mamá, tal vez igual de abstracta para ella, pero profundamente cierta: “mamá ayuda a que las empresas tengan su propia voz, una voz que refleje lo que realmente son, comunicando con autenticidad y transparencia”.
Eso es lo que hacemos hoy en PR: ayudar a las marcas a construir desde su esencia, a traducir su propósito en acciones visibles y sostenibles, a generar conversaciones que importan y son relevantes.
Y cuando vuelvo a ese recuerdo de infancia, todo cobra más sentido. Mi mamá no solo manejaba la imagen de las empresas, les ayudaba a tener voz, a sostenerla en los momentos difíciles y a construir reputación con paciencia y visión. Hoy me honra seguir ese camino, con la certeza de que el PR no es solo una profesión: es una forma de liderazgo que aunque silencioso, es profundamente transformador.
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