domingo, junio 01, 2025
Laura

Hay días en los que todo pesa, pues sí —lo confieso— mi salud mental se tambalea. Es complejo sostenerlo todo: el rol profesional, el de mamá, el de pareja, el de mujer. Pero, para sorpresa de muchos, también debo decir que es el trabajo, junto a mi familia y mi hijo Agustín, lo que me mantiene a flote.

Sé que no es un relato común. En un momento en el que el trabajo suele asociarse con agotamiento, ansiedad y burnout, decir que el trabajo puede salvarnos suena casi a contradicción. Pero tal vez necesitamos hablar más de eso: del rol del trabajo como refugio, como estructura, como motivación… cuando el entorno interno tambalea.

En el dinámico y cambiante mundo del marketing y la publicidad, donde la creatividad y la innovación se valoran por encima de todo, el bienestar mental de los profesionales suele quedar en segundo plano. A menudo estamos tan enfocados en las ideas, los lanzamientos y los resultados, que olvidamos que detrás de cada estrategia hay personas atravesando batallas silenciosas.

La Encuesta de Salud Mental de 2024, realizada por Never Not Creative y apoyada por The Mentally Healthy Change Group y UnLtd, reveló que el 70% de los profesionales de los sectores de medios, marketing y creatividad han experimentado agotamiento en los últimos 12 meses. En general, los resultados de esta encuesta sacan a la luz los desafíos actuales en el sector relacionados con la carga de trabajo, las expectativas y la naturaleza cambiante de los entornos laborales.

De ese mismo estudio se desprende que, incluso con esquemas híbridos que se pensaban como una solución, los niveles de ansiedad, depresión y burnout no han disminuido. El 38% de los profesionales que tienen la posibilidad de trabajar desde casa aún sufren depresión, sufrimos. Y entre quienes no tienen esa flexibilidad, la ansiedad alcanza cifras cercanas al 40%.

Este panorama no es menor. La Organización Mundial de la Salud estima que cada año se pierden 12 mil millones de días laborales en todo el mundo debido a la depresión y la ansiedad, con un coste de un billón de dólares anuales en pérdida de productividad. Y se prevé que, en 2030, los problemas de salud mental —en particular la depresión— serán la principal causa de mortalidad y morbilidad a nivel mundial.

Las cifras son contundentes. Pero detrás de cada número hay un nombre, una historia, un rostro que quizás trabaja contigo. ¿Qué hacemos como líderes, colegas, directivos, ante esta realidad? ¿Seguimos normalizando jornadas eternas, correos a medianoche, la idea de que descansar es improductivo?

Yo creo que el cambio empieza en reconocer que el trabajo puede ser causa de desequilibrio… pero también puede ser parte de la solución. En mi caso, mi día mejora cuando tengo espacios de colaboración, cuando siento que aporto, cuando logro encontrar sentido en lo que hago. Porque no todo es blanco o negro: a veces el trabajo te hunde, sí. Pero otras veces te salva, como en mi caso.

Por eso, más allá de apps de productividad, talleres de mindfulness o frases motivacionales que flotan en los pasillos, lo que necesitamos son culturas organizacionales que prioricen el bienestar como algo estructural, no decorativo. Que no glorifiquen el exceso, que no romanticen el agotamiento, que permitan hablar —sin miedo— de salud mental.

Hoy me permito compartir esto porque sé que no soy la única. Porque todos, en algún momento, hemos sentido que no podemos con todo. Y porque creo firmemente que el trabajo, cuando se hace desde la empatía y con propósito, no solo es una fuente de ingresos: puede ser un sostén emocional, una comunidad, un lugar donde sentir que valemos, incluso en los días más difíciles.

Llevo más de cuatro años batallando con la ansiedad y la depresión. Y sí a mí me pasa —que lidero equipos, que soy mamá, que muchas veces parezco tenerlo todo bajo control…

Por eso lo digo. Porque hablarlo abre puertas. Porque solo si dejamos de callarlo, vamos a poder empezar a cambiarlo.

Que este sea un llamado a construir espacios de trabajo más humanos. Y que nadie más tenga que esconder lo que siente para poder seguir siendo “productivo”.

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Andrea Lievano.
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