miércoles, octubre 09, 2024
Santiago Nieto

Quizás habrás escuchado de las noticias falsas, la posverdad, la desinformación. Son todos sinónimos del gran enemigo de los comunicadores; la distorsión deliberada de la realidad, la opinión como verdad absoluta.

Lo podemos ver en los medios, en las redes sociales e incluso dentro de las organizaciones. Esta es una de las razones de la polarización que se ve en la sociedad, donde incluso los más extremistas te llevan a pensar que solo hay dos bandos, o estás conmigo o estás contra mí, no hay ningún punto intermedio. Y quizás para evitar polémicas el silencio es lo más apropiado.

Cuando las personas carecen de la información precisa es cuando nuestro rol de comunicadores es vital. Somos los llamados a alinear estas percepciones con la verdad y los objetivos de la organización. Darle forma e influir en las percepciones de los demás requiere todas nuestras habilidades de comunicación. Es un terreno hostil, donde la vanidad y el ego pueden verse afectados. Cuando las personas entiendan que no es una competencia para saber quién tiene la razón, quién está en lo correcto y quién está errado, estaremos en el camino correcto.

Toda historia tiene al menos dos versiones, la invitación es informarnos y escuchar las dos. Es así como podemos descubrir todas las perspectivas y llegar a acuerdos. Es una tarea del día a día, pero teniendo en cuenta estas recomendaciones básicas podremos cumplir nuestra labor en las organizaciones. Lo primero que debemos hacer es proveer la información relevante y veraz a nuestras audiencias. La falta de información deja espacios que son completados por suposiciones. La información clara y completa previene de malentendidos y conceptos errados que podrían conducir a percepciones inexactas.

Importa tanto lo que se dice como la forma en que se transmite. Por eso debemos contar historias que ayuden a las personas a que perciban esos eventos o cambios en la organización de una forma más clara, que no dejen lugar a las dudas. Porque aquí es donde los rumores y la desinformación nacen. Los datos y hechos son la manera más adecuada para combatir las opiniones que crecen hasta convertirse en percepciones erradas.

Todo esto para generar confianza entre todas las partes involucradas, los líderes, los empleados, los canales de comunicación. Y esto se potencia cuando hablamos de una verdadera comunicación, un diálogo, donde la escucha activa esté presente. Donde haya espacios constantes para que las personas puedan hacer sus preguntas directamente a los líderes, esto empodera a las personas a ser escuchadas y valoradas. Y siempre serán mejor las opciones en vivo, cara a cara, que los formatos virtuales. Entre más natural sea el canal, más abierta y honesta será la comunicación.

El cambio siempre estará presente en una organización, por lo que requiere que nuestro rol de comunicadores acompañe los procesos y pueda a través de una narrativa volver aliados a esas personas que internamente influyen en los demás. Así que entre más personas tengan la información correcta, la percepción ya no será algo a lo que temer.

Nuestro rol es ser puentes, es mostrar el camino hacia donde están los datos y los hechos para que la gente se informe y las percepciones se conviertan en argumentos y así cumplir con la gran esencia de comunicar.

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