viernes, abril 26, 2024
Carolina Mejía

Las últimas semanas hemos sido testigos de la protesta al racismo sistemático de Estados Unidos, bajo el simbolismo que encarnó el asesinato de George Floyd por parte de la policía. Las multitudinarias y sísmicas manifestaciones, a pesar del riesgo del Coronavirus, ponen de relieve la intolerancia no solo de las comunidades afrodescendientes, sino de una gran parte de la población; que despierta ante a una realidad injusta, inequitativa y peligrosa que mancha y cuestiona el gran sueño americano.

No se sabe cuáles pueden ser las repercusiones legales y reales de esta resistencia, pero sí promete ser un punto de giro en la historia de este país; que puede servir de ejemplo para tantos como el nuestro, que aun no quieren enfrentar esta realidad. Sin embargo, me llama la atención las consecuencias que estas acciones han tenido en el mundo de los influencers y de sus marcas.

Influenciadores y causas sociales

Creo que ha sido de las pocas veces en las que nadie, ni marcas ni personalidades pudieron hacerse a un lado de la conversación; y los que lo hicieron, no pudieron conformarse con un simple hashtag o con un post de fondo negro. Fueron los consumidores, los fans, quienes quienes les exigieron una respuesta.

Empezó con posts de los fans que cuestionaron por qué los contenidos no estaban asociados a lo que estaba pasando, a mostrar una solidaridad y apoyo en los mensajes.

Siguieron exigiendo que las personas se instruyeran sobre su “privilegio blanco”, y que aprendieran por sí solos sobre los beneficios tácitos de tener un color de piel, descartando la idea que era responsabilidad de la comunidad negra enseñar sobre su realidad a los demás.

Varios influencers y celebridades respondieron al llamado recomendando libros para que sus seguidores también aprendieran y estuvieran a la altura del debate.

Pero eso no fue suficiente. Los comentarios y los movimientos buscaron ir más a fondo. Con la iniciativa de #PullUpOrShutUp, exigieron conocer quién estaba detrás de las marcas y qué tan diversos eran sus equipos. Los influencers contestaron admitiendo en muchos casos su escasa diversidad e incluso, la develaron abiertamente.

De las palabras a la acción

Luego llegó el compromiso a la acción. No fue suficiente el “bla bla bla”, las personas querían un cambio real manifestado en sus negocios. Es así como surgió la iniciativa del 15% Pledge: si la comunidad negra representa el 15% de los estadunidenses, su trabajo y sus marcas también tienen que ser el 15% de las góndolas.

De repente, miles de influencers y marcas empezaron a revisar sus portafolios de productos y a impulsar diseñadores, artistas, artesanos y empresarios negros que llevaban en la sombra demasiado tiempo. En cuestión de semanas, empezaron a haber cambios reales en marcas reales.

No sé que tanto se mantenga el compromiso hacia adelante y por su puesto hay influencers y marcas que siguen en su propio mundo sin inmutarse de la realidad del “otro”. Pero me dio esperanza ver que las marcas que sí quieren escuchar, pueden tener grandes desenlaces. Que aquellas que de verdad se basan en sus usuarios, entendieron que éstos no querían dejar de seguirlos, pero sí querían que fueran mejores, que contribuyeran y observaran de frente sus conductas para ser ejemplares y usar sus plataformas para bien; para darle luz a otros que por sus condiciones no la tienen, y así abrir de forma forzosa un espacio en el que quepan todos. Unas redes sociales y unas marcas que reconozcan el poder y la influencia que se gana cuando nos nutrimos de distintos puntos de vista.

Por: Carolina Mejia, Planning Director de MullenLowe SSP3

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