viernes, abril 26, 2024
Camilo Herrera

Si miramos al espejo, nos veremos a nosotros mismos unas milésimas de segundos antes, y quizá si miramos detenidamente, veremos las cosas que nos rodean, que son tan comunes a nuestros ojos, pero hemos dejado de ver. Mas, si miramos a través del espejo, como buscando lo que hay tras él, podría haber un mundo diferente, donde puede que las cosas sean al revés, o simplemente del modo correcto.

Por mucho tiempo, la humanidad se ha maravillado con los reflejos, porque nos ponen en discordia con la realidad, al hacer que las cosas parezcan al revés y tan reales que niños y animales piensan que la imagen que ven es real, lo que causa que en muchos momentos dudemos de cuál es la realidad. Hoy, las redes sociales son un espejo parecido a este, donde podemos ver el fuego que hay tras de nosotros, y del que no nos habíamos dado cuenta, porque siempre había estado allí, pero en el reflejo se ve más claramente.

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La pregunta es si lo que vemos en las redes sociales es la realidad o no, o si son versiones parciales de la misma que hacen muchas personas desde su propia percepción de los hechos. Claro, la verdad es difusa, porque depende desde qué perspectiva se mire, y eso hace que de un solo hecho haya miles de versiones y opiniones; pero en las redes sociales vemos una cosa que antes se llamaba “chisme” o “cotorreo”, que son las opiniones de las opiniones, leídas por alguien como si fuese la descripción del hecho, lo que causa que el concepto de una mentira repetida miles de veces termina siendo una verdad sea un juego peligroso para todos.

Por mucho tiempo, la humanidad se ha maravillado con los reflejos, porque nos ponen en discordia con la realidad.

El mundo está en un momento de cambio y nuestro país no es la excepción; vemos cómo la pandemia intensificó los problemas que teníamos, aumentó la indignación de las personas y las volcó a pedir soluciones inmediatas a problemas de mucho tiempo. “Nos acostumbramos al nuevo normal”, como si algunos tuviésemos la capacidad infinita de adaptarnos y resignarnos a las realidades que se nos imponen, mientras otros luchan por mantener el viejo normal o por construir uno nuevo desde sus propias creencias y percepciones del mundo.

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Es un momento sórdido, como un nuevo oscurantismo: si uno no está de acuerdo con la posición de alguien, uno es un hereje y debe ser quemado en la hoguera pública, porque atacó el credo de alguien cuyos derechos están por encima de los otros; ya estamos agotados de no ser comprendidos. Las nuevas hordas de credos y de sectas de cada derecho que se supone superior son tantas y tan agresivas que las empresas, instituciones y gobiernos se mantienen en estado de pánico por el comentario que una persona pueda hacer sobre ellas y sobre todo en las propias redes sociales de las organizaciones: el pánico al qué dirán.

Este nuevo oscurantismo que vemos en ese espejo tiene la particularidad de ser indeleble y eterno, porque un post no tiene fecha de vencimiento y le da un nuevo significado a la expresión scriptum scriptum est al llevarla a lo posteado posteado queda, pues detiene el tiempo y la evolución de las personas y empresas, que no pueden cambiar su punto de vista después.

Al levantar la cabeza de la pantalla y salir por un momento de las redes, ya no vemos lo que hay detrás de nosotros sino lo que hay hacia adelante, y sentimos esa necesidad de avanzar, de construir y de crear, para poder escribir algo en el espejo, que alguien pueda leer en el futuro y sienta algo de tranquilidad.

Un instante más y Alicia había pasado a través del cristal y saltaba con ligereza dentro del cuarto del espejo. Lo primero que hizo fue ver si había un fuego encendido en su chimenea y con gran satisfacción comprobó que, efectivamente, había allí uno, ardiendo tan brillantemente como el que había dejado tras de sí” (Through the Looking-Glass, and What Alice Found There, Lewis Carroll, 1871).

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