jueves, noviembre 07, 2024
Camilo Herrera

Nada o parece que muy poco. Después de meses de encierro, las cosas no cambiaron; algunas se aceleraron, otras se hicieron más comunes, pero de fondo, no cambió nada y quizá dejamos pasar una de las oportunidades más grandes que hayamos tenido.

Es cierto que temporalmente las compras no presenciales crecieron, pero esto ya comenzó a decaer, debido al retorno a las compras como siempre y por el cobro de los domicilios que, en algunos casos, es más del 20% de lo pagado, lo cual desmotiva su uso. Como economista, comprendo la idea del costo de oportunidad de salir a hacer una compra y el valor que esto puede tener; pero como economista, también comprendo el nivel de ingreso de la población y la caída en el empleo, lo que hace que muy pocos puedan pagar esos costos.

El homeoffice es un “privilegio” de pocos y estar en casa trabajando tiene muchos costos que todos hablamos y pocos asumimos: trabajamos más, estamos con los hijos en la casa, hemos perdido tiempo de intimidad, y no me refiero a sexo, sino al tiempo que teníamos mientras nos transportábamos para pensar o hacer lo que queríamos. Estas cosas hacen que muchas personas en el país (quizá usted no) pidan que sus hijos vuelvan al colegio, para poder volver a trabajar, porque de todos los trabajos en Colombia más del 85% es presencial.

Volveremos a la calle, al bus, a los restaurantes, trabajaremos en unas jornadas definidas y tendremos un mundo fuera de la casa. Pensar que nos quedaríamos en casa indefinidamente fue más un deseo (o un temor) que una realidad.

Aún están cerrados cines, bares, lugares de conciertos, estadios, gimnasios y otros espacios, porque implican una alta concentración de personas, sudor, poca distancia y falta de ventilación; pero, según los indicadores de movilidad de Google, más del 80% de las personas estaría fuera del confinamiento.

Las cosas vuelven a ser muy parecidas a finales de 2019, con unos ajustes: menos empleo, más gasto en aseo personal y desinfección, menos cine, rumba y socialización. ¿Pero esto es un cambio? No, no lo es; es solo un pequeño ajuste en la canasta de gasto, una limitación temporal en la socialización y un serio problema económico.

El día de la Madre no cambió; el del Padre, menos; Amor y Amistad no tuvo nada nuevo, y algo me hace pensar que Halloween tampoco. Esto me deja la desesperanza de que todas las marcas dejarán pasar la oportunidad de redefinir la Navidad como hizo Coca-Cola en los años treinta del siglo pasado.

Nadie propuso nada nuevo. Afortunadamente, ya había internet, ecommerce, ventas por teléfono y plataformas de domicilios, porque estas cosas ayudaron a que la caída fuera menos fuerte para muchos, pero con más aceleraciones que cambios.

2021 será el año en que las cosas van a cambiar. Será un año largo que comienza en octubre de 2020, con un impacto fuerte por el retorno del pago de cuotas de créditos de consumo e hipotecarios por parte de los hogares de ingresos medios y altos, lo que va a causar que una parte de la demanda se vea afectada y la recuperación se frene.

2021 será un año para cambiar las estrategias de juego, de mercadeo, de ventas, de precios y de posicionamiento, si y solo si las marcas están dispuestas; como van las cosas, 2019 fue el año de jugar corre que te cojo; en 2020, congelados y usted decide si jugar escondidas o Lego sin instrucciones en 2021. El riesgo lo pone usted, al no prepararse.

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