La gig economy o economía colaborativa es un mercado laboral que depende en gran medida de puestos temporales o a tiempo parcial, ocupados por contratistas independientes, en lugar de empleados fijos a tiempo completo.

Los gig workers ganan flexibilidad e independencia, pero poca o ninguna seguridad laboral. Muchos empresarios ahorran dinero evitando pagar prestaciones como la cobertura sanitaria y las vacaciones pagadas. Otros pagan algunas prestaciones a los trabajadores autónomos, pero subcontratan los programas de prestaciones y otras tareas de gestión a agencias externas.

El término proviene del mundo de la música, donde los artistas reservan gigs, que son conciertos de un compromiso único o de corta duración en diversos locales.

Los profesionales –en especial los jóvenes pertenecientes a la generación Z y centennials– escogen trabajar de esta forma:

• Porque no hay suficiente oferta de trabajo con contratos a largo plazo o a término indefinido, lo cual habla sobre la precarización laboral en todos los sectores. Para abril de 2023, el DANE estima que la proporción de trabajos informales en Colombia era de 58,0 %, una cifra enorme.
• Por la posibilidad de tener un mayor control de su propio horario y de fijar sus propios ritmos de trabajo.
• Por la necesidad de aumentar los ingresos con diversas fuentes de trabajo.
• Por la necesidad o el deseo de tener una vida de nómada digital, que consiste en profesionales totalmente remotos que viajan por el planeta mientras trabajan.

Si bien la gig economy tiene pros y contras, es una realidad ineludible. Según Staff Solutions, más del 40 % de la fuerza laboral en Estados Unidos pertenece a este tipo de contexto laboral y, según revista Empresarial, se pronostica un crecimiento de 14.000 millones de dólares en 2014 a 335.000 millones para 2025 de la gig economy en América Latina. La clave estará en cómo se regula en cada país, para buscar el bienestar tanto de las compañías, como de los trabajadores.