jueves, marzo 28, 2024
Luisa Lindo

¿Qué es lo primero que siente cuando se sube a un ascensor? ¿Claustrofobia, afán o le es indiferente? ¿Cambiaría lo que siente si le digo que hay una magia que puede aprovechar en esos momentos? ¿Le parecería positivo convencer a alguien, a través de la comunicación, sobre una gran idea que tiene?

Concebir la comunicación como un vehículo estratégico de persuasión y conexión es mágico. Usarla de manera inteligente e intencional, y encontrar puntos en común para influir, también.

El tiempo entre subir y bajar en un ascensor es reducido; concebir la comunicación como ese canal instantáneo que nos permite sembrar un mensaje clave es poderoso. Ser conscientes de su fuerza y de cómo –a través de ella– podemos posicionarnos en diferentes frentes también lo es.

El concepto de elevator pitch nace precisamente como una herramienta de comunicación sencilla, pero impactante; concisa, pero trascendente; y práctica, pero estratégica, que nos permite generar reacciones positivas y despertar interés en un intervalo muy corto, ya sea desde el primer momento en que nos presentamos con alguien más, hasta cuando recibimos su sí definitivo o una reacción favorable frente a nuestra gran idea.

Así, hemos preparado ese anglicismo seguramente ad portas de una entrevista como nuestra carta de presentación.

Usamos los ingredientes de nuestra marca personal para recopilar en un mensaje claro y sintético quiénes somos y qué nos diferencia de los demás.

Pero, quizás, lo que podemos repensar es cómo aprovechar, aún más, el poder del elevator pitch para provocar conexiones distintas y auténticas al dar un microdiscurso corporativo.

Para hablar de sus elementos infaltables, cabe precisar que hay tantos escenarios como actores a los que nos enfrentamos cuando vamos a construir un elevator pitch en el mundo corporativo y, por ende:

1. Debemos entender qué intereses tiene el interlocutor, cuál es su actitud y qué intención lo anima.

Conocer a quien recibirá nuestro mensaje y abordarlo de manera empática nos permitirá ser conscientes de sus emociones y elegir los mensajes adecuados para conectar (conocimiento empático).

2. Debemos tener claro el porqué de lo que queremos proponer o comunicar. ¿Qué puede llevar a dicho actor a que forme parte dela idea que creemos? ¿Por qué esta creencia responde a un valor compartido o incluyente?

Encontrar ese propósito común nos permitirá influenciar y lograr que el otro se identifique con nosotros (propósito compartido).

3. Debemos mantener homogeneidad y consistencia de los valores corporativos, para adecuar el discurso al grupo de interés.

Garantizar la coherencia entre el propósito compartido y los valores de la marca generará credibilidad e incentivará al otro a participar de nuestra idea (adecuación del discurso).

En adelante, sabremos que la próxima vez que nos subamos al ascensor corporativo, lo haremos de una manera más contundente: entregaremos mensajes claros, que conecten y que coincidan con la intención y el propósito compartido.

El elevator pitch, un recorrido de un piso al otro, una de las piezas clave del rompecabezas para comunicar estratégicamente.

Artículo publicado en la edición #479 de los meses de abril y mayo de 2022

Stefanie Klinge
Jairo Sojo
Carlos Martinez