lunes, octubre 07, 2024
Carolina Mejía

Las inclementes noticias de esta pandemia nos han quitado el sueño a muchos. Los contagios, las muertes, la resistencia a seguir las normas, la pérdida de tantos empleos, las empresas que quiebran, la sensación de escasez y de puertas que se cierran, están de manera permanente en la mente, mientras tratamos de entrar en la “nueva normalidad”.

Se siente cómo lentamente lo que llevamos leyendo en los últimos meses en tantos informes e investigaciones que afirman que se viene una de las peores crisis desde 1930, empieza a materializarse en nuestras familias, amigos y vecinos. Pasamos de la estadística a la realidad, al ver cómo para tantos esta pandemia es una sucesión de eventos que compiten entre el temor a enfermarse y la posibilidad o la realidad de perderlo todo. De ver negocios de amigos que se cierran y tener esa sensación de incredulidad al darnos cuenta de que lo que ha llevado tanto tiempo construir puede desaparecer en cuestión de días y meses.

Hoy, como casi todos los días desde que empezamos esta nueva vida, me pregunto cómo seguir. Cómo afrontamos estos golpes tan devastadores, cómo nos levantamos de nuevo. He estado leyendo historias y testimonios de personas a quienes, de un momento a otro, la vida les cambió para siempre por un accidente, una enfermedad, un acto violento. En todos ellos, he encontrado cosas que me han sido útiles y que pongo a consideración de ustedes.

Pandemia

Creo que lo primero es darse el permiso de caer. De reconocer el dolor, la pérdida y el duelo de esa realidad o de esa expectativa de una vida que se quería o que se tenía y que hoy ya no está. Aunque entiendo que muchos creen que no hay tiempo para lamentarse, siempre he creído que los momentos de tristeza y dolor son espacios para retirarnos del mundo y pensar en lo que ha ocurrido. Y en mi experiencia, cuando los saltamos, tienen la impresionante habilidad de alcanzarnos cuando menos lo imaginamos.

Por otra parte, como el famoso neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco Viktor Frankl dice en su libro El hombre en busca de sentido, hay que hallarle un sentido a esta realidad. Hay que construir en nuestras mentes una narrativa que le dé sentido al dolor, que lo ponga al servicio de algo o de alguien en nuestras vidas, y que nos permita entender que todo esto que vivimos no es en vano.

Pandemia

En esa búsqueda de sentido, nos corresponde analizar qué ruta podemos seguir. Y soy fiel creyente de que eso que nos emociona, o que nos hace vibrar tiene qué ver con nuestra misión de vida y nuestro propósito como personas. Y que cuando respondemos a eso, el universo conspira para que las cosas pasen. Por supuesto, esto no significa que las cosas sean fáciles, que no haya tropiezos o que no nos caigamos una y otra vez en el intento, sino que al menos estaremos conectados con aquello en lo que sentimos que somos buenos.

Finalmente, en todo este proceso, tenemos que agradecer los pequeños pasos. Los pequeños hitos que conquistamos en el camino: una buena presentación, el interés de un cliente potencial, una llamada o simplemente un día tranquilo, en que pudimos acallar por un momento la mente y disfrutar de un día de sol o de un buen libro. Creo que, aunque no sepamos a dónde vamos a llegar, solo podemos hacerlo si vamos un paso a la vez.

Si avanzamos con la convicción de que lo que viene será bueno, y de que esto que estamos viviendo, aunque parece querer rompernos, también pasará. Por eso, les propongo que hagamos un pacto con nosotros mismos y con nuestros seres queridos, para que a lo que sea que traiga esta pandemia, no le demos el permiso de rompernos, sino que al final nos haga más fuertes y resilientes.

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