lunes, abril 29, 2024
Carolina Mejía

Enfrentarse a esas voces que, aunque sean duras, pueden ser las más importantes de su carrera.

Dar feedback siempre será difícil. La vulnerabilidad de la persona que está enfrente hace que uno quiera centrarse únicamente en lo bueno; sin embargo, poder abordar lo que está mal o necesita mejorar es la oportunidad de oro para alguien que realmente quiera ser bueno en lo que hace y evolucionar como ser humano.

Las retroalimentaciones son la base de las relaciones en un equipo, porque son la apuesta a que estas crecerán en el largo plazo. Quien se atreve a una conversación de retroalimentación, cree en su talento, está convencido de su capacidad de crecimiento y al final está buscando que esa persona continúe en el equipo.

Por eso, quien da la retroalimentación tiene la enorme responsabilidad de usar las palabras correctas, de ser claro sin ser hiriente, de tener buenas intenciones y de no convertirlo en un ejercicio de poder. Solo si la gente ve valor en lo que decimos y si hemos ganado un lugar relevante en su vida y en su proceso, habrá una disposición a escuchar.

Dar ese feedback implica la tarea increíblemente compleja de lograr un equilibrio que permita que cada persona traiga sus puntos de vista, su historia y su ser a la mesa, al tiempo que exista la visión que imprime el líder del área o del trabajo realizado. Es clave diferenciar el trato de cada persona, entender sus intereses y sus prioridades y, a la vez, conciliarlos con las necesidades del negocio.

Pero recibir esas conversaciones no es fácil. Hay mucha vulnerabilidad cuando alguien está sujeto a la opinión y el juicio de otro; hay un enfrentamiento con sus sombras, o con aspectos que tal vez no ha podido o no ha querido ver sobre sí mismo. Sin embargo, al otro lado de esa incomodidad, puede haber grandes frutos, como elevar el desempeño y mejorar como persona.

Es clave tener esta conversación en un espacio privado, que se haya pensado lo que se va a decir, que se enfoque en hechos y no en intenciones que desconocemos y que quien escucha tenga la opción para tomarlo o no, con una ruta clara de pasos a seguir, tanto para lo bueno como para lo malo.

Yo tengo en mi mente conversaciones difíciles que jefes o colegas estuvieron dispuestos a tener conmigo. Hubo cosas que me dolieron pero que sabía que eran verdad y que necesitaba mejorar. Hubo otras que no supe cómo cambiar y que solo con el tiempo fui integrando a mi forma de trabajar. Hoy valoro más que nunca a esas personas que vencieron el miedo, la pena o la incomodidad de una conversación difícil, porque gracias a ellas logré cambiar cosas que no me eran útiles y mejorar la forma en que hago mi trabajo.

Espero que se atrevan a tener esas conversaciones desde el deseo genuino de ayudar a otros en su camino, y que escuchen con valentía lo que los demás tienen para decir sobre su trabajo. Dense el permiso de entender realmente el punto de vista del otro, de captar lo valioso, de dejar de ir lo que no sea tanto y de enfrentarse a esas voces que, aunque sean duras, pueden ser las más importantes de su carrera.

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