jueves, mayo 02, 2024
Carlos Martinez

Analogía entre la inteligencia artificial y el aprendizaje humano.

Antes de que inicies a leer este artículo, quiero aclarar que yo no soy técnico en materias de inteligencia artificial (IA). Si bien soy socio en una compañía que se dedica a generar data accionable por medio de IA y machine learning, estoy lejos de ser un experto; sin embargo, me atrevo a escribir este artículo desde una perspectiva más básica: cómo podemos entenderla los no técnicos…

La inteligencia artificial no es un tema nuevo; aunque desde la década de los 50 se viene hablando del tema, en los últimos años, los avances en este campo han sido exponenciales.

¿Pero qué es la inteligencia artificial, realmente? Es la capacidad de crear sistemas y programas que imiten o repliquen las facultades humanas como aprender, hacer raciocinios, comprender lo que el otro nos está diciendo y, finalmente, tomar decisiones. En una forma básica de decirlo (al menos, como yo lo entiendo), es replicar un cerebro humano con lo bueno y sin tantos sesgos. Entiéndase esto como que la IA no se cansa, no toma decisiones según su estado de ánimo (si está muy feliz, no nos va a invitar a una copa y si está muy triste, no se va a quedar en su casa), no nos pedirá aumento de sueldo y muy probablemente no se irá a una huelga.

Si –por un momento– todos logramos alinearnos en el pensamiento colectivo de que la IA es una especie de cerebro humano, tenemos que hacernos la pregunta de ¿cómo aprende la inteligencia artificial? La IA aprende en un proceso de aprendizaje automático (machine learning) similar al de un niño chiquito. Cuando un bebé comienza a adquirir conocimientos, tiene que ver muchas veces un balón para poder empezar a reconocer que esto es un objeto y que con él se puede jugar; después de un tiempo, puede ver un balón distinto –no de fútbol, sino de voleibol– y con el aprendizaje previo de la experiencia, la observación y las lecciones de sus padres, ya sabrá que ese también es un balón. En la inteligencia artificial sucede lo mismo; es necesario iniciar con la recopilación de datos e ir nutriendo el sistema con un alto flujo de información que progresivamente entre y nutra a nuestro bebé (IA), de tal manera que con las bases claras, él aprenda por sí mismo después.

Con esto en mente, tenemos que pensar, ¿de dónde está aprendiendo hoy nuestro bebé de inteligencia artificial? Y ahí empieza a ponerse interesante este mundo: por un lado, aprende de nuestras búsquedas en internet y de lo que escribimos; pero más difícil que aprender de textos es adquirir conocimiento de imágenes, video y de lo que pasa en el mundo real. Los carros que se conducen solos no aprenden a partir de textos –un adolescente humano no aprende a manejar leyendo un libro–, sino con la práctica. Con la IA sucede lo mismo: no basta con que entienda las normas de tránsito; tiene que aprender que si en la calle se le atraviesa un balón, lo más probable es que detrás venga un niño corriendo, y eso no está escrito.

La inteligencia artificial tiene muchos usos y, sin duda, ya está metida en nuestro día a día y cada vez más estaremos interactuando con ella. Se avecinan muchos debates morales en cuanto al uso y al raciocinio que debe tener la IA. En otras palabras: ¿cómo estamos educando a nuestro bebé de inteligencia artificial? ¿Será un futuro ladrón de bancos o el próximo premio Nobel?

Artículo publicado en la edición #486 de los meses de junio-julio de 2023.

Camilo Herrera
Johanna Martínez
Juliana C
Santiago